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sábado, 11 de junio de 2011

otra opcion para embarazos no deceados la adopcion

José y yo nos casamos pensando en poder tener muchos hijos, pero mi primer embarazo se complicó por una enfermedad que los médicos llaman al inicio "preeclampsia" y cuando el proceso se agrava "eclampsia". Debido a esta enfermedad, los niños son incapaces de eliminar los tóxicos que se producen en el embarazo y se eleva mucho la tensión arterial. Yo me agravé en el octavo mes de mi embarazo y según los médicos no había muchas esperanzas de que sobreviviera, al igual que mi bebito. Y digo "bebito", pues tenía la intuición de que iba a ser un varón "igualito a su padre".
En ese estado perdí la conciencia y aunque de vez en cuando la recuperaba, volvía a perderla en cuanto me empezaban las convulsiones de nuevo. En cada uno de estos ataques se esperaba que ya no despertara más.
Ante tan pésimo estado, los médicos se reunieron y decidieron practicarme una cesárea. Era la única forma de salvar a mi niño y a mí. Me acuerdo que al entrar al quirófano me comenzó otra convulsión y que el anestesista me dijo: "¡Lucha por vivir!, ¡Lucha!" No recuerdo más. No recuperé la conciencia hasta muchas horas después.
Según me contó mi esposo, acabada la intervención, los médicos lo llamaron al quirófano para que me viera por última vez. Esta inconsciente y muy pálida. Le enseñaron también al bebé, un varón, pero le dijeron que al igual que yo tenía muy pocas posibilidades de vivir. Nos dieron 72 horas de vida; si las sobrevivíamos, sería un milagro.
Y el milagro de Dios sucedió, pues a las 72 horas recuperé la conciencia. Nunca podré olvidar la primera mirada de mi hijo. ¡Dios mío!... era igualito a su padre. Lo que angustiaba en esos momentos era el temor de que mi niño no se salvara. Lo tenían en una incubadora y era tan pequeñito..., tan indefenso... No llegaba a pesar ni 5 libras. A mí me dolía muchísimo la cabeza y el estómago; pero no me importaba sentirme tan mal, tan sólo le pedía a Dios que salvara a mi bebé.
Me inyectaron muchos medicamentos para tratar de controlarme la presión arterial. Los días pasaban y poco a poco mejoramos. Recuerdo algo que me impresionó bastante. En la misma clínica se encontraba por casualidad la matrona mayor que atendió el nacimiento de mi esposo José. Ella vino a ver a mi hijo recién nacido y cuando lo vio exclamó: "Niño que se parece al padre honra a la madre".
Eran tantos los deseos de tener más hijos, que a pesar de que sabía que corría mucho peligro, volví a quedar embarazada y a los dos años nació mi "niña bonita", Sofía. El embarazo también fue problemático, volví a enfermar de nuevo con preeclampsia, pero esta vez el tratamiento me fue mejor y me hicieron la cesárea a su debido tiempo. Sofía estuvo 33 días en la incubadora y tuvo que luchar mucho por su vida. Hoy es una linda mujer casada y con dos hijas.

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